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Autor
Nahely Ortiz Lira *
De la experiencia a la evidencia

La Coordinación de Universidad Abierta, Innovación Educativa y Educación a Distancia (CUAIEED) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) tiene como misión experimentar y desarrollar soluciones informadas y basadas en evidencia, para generar mejores prácticas educativas universitarias, con fuerte sentido social, espíritu crítico y transformador. Dicha tarea es amplia y exitosamente abordada, entre otros frentes, a través de la formación de su planta docente y de la educación continua. Es en este marco en el que se inscribe el trabajo que realiza la Comunidad de Educación Basada en Evidencias (CEBE). Los cursos que ofrecen generan la oportunidad de conocer este campo del conocimiento y ponerle nombre y teoría a cosas que hacemos o que queremos hacer. 

Tras tomar los cursos y conocer qué es la Educación Basada en Evidencias (EBE) me permitió articular conocimientos con mi desempeño habitual, es decir, saber que aquello que conocemos, leemos, investigamos o nos interesa, basado en evidencia puede ser ampliamente utilizado en el quehacer docente, de manera tanto formal como informal, convirtiéndose así en una atractiva herramienta de trabajo. 

Estoy convencida de que es una herramienta que abre las oportunidades de quienes estamos en la docencia, independientemente de nuestra adscripción, es decir, no importa si somos profesores por asignatura o de carrera. En los cursos pude compartir ideas y experiencias con quienes de ellos participaron, dando así una riqueza disciplinar a la herramienta. El paso natural era implementar la EBE, con el fin de probarla y seguir adquiriendo conocimientos y habilidades. En esta oportunidad quiero compartir con la Comunidad mi experiencia usando la EBE en mi práctica docente. 

Me gustaría comenzar con la idea de que la EBE nos permite trasladar nuestros saberes en procesos–no necesariamente lineales–  para construirlos, deconstruirlos y apuntalarlos. Reconozco que además nos permite romper las barreras que existen o nosotros creamos entre la investigación –que podríamos ver como una actividad compleja y lejana– y la práctica docente, para así generar vínculos que permitan atender inquietudes e intereses que bien podrían ser propios o del estudiantado. Lo cual se materializa comúnmente en exposiciones, el desarrollo de casos, trabajos en equipo, evaluaciones parciales o finales, incluso –como el caso que aquí les comparto– en una tesina. 

Una estudiante, a quien llamaremos Sara[1], es una alumna del sistema escolarizado de la Facultad de Economía. En el plan de estudios vigente hay una serie de tres asignaturas denominadas “Trabajo para Examen Profesional” (TEP). En el TEP 1 las y los estudiantes conocen las diversas formas de titulación por las que pueden optar y trabajan, junto con su asesor o asesora, en el diseño de sus protocolos para tesis, tesina o el trabajo asociado a la opción que hayan elegido. 

Sara me solicitó asesorarla en estas tareas para definir tanto qué opción de titulación era la mejor para ella, como el tema que podríamos abordar. Para mí es una condición necesaria que al hacer el protocolo de la tesina, además de conocimientos técnicos, involucre el interés y las pasiones de mis estudiantes; luego de platicar sobre ello me comentó su situación personal:

en la niñez de Sara, su madre enfermó, y murió, por lo que ella quedó bajo la tutela de su abuela y sus tías y tíos maternos. Pasados algunos años, durante la pandemia, la familia decidió que Sara era quien debía acompañar, cuidar y atender a la abuela, como una actividad obligatoria y de tiempo completo. Durante la Preparatoria y la Universidad Sara veía como sus oportunidades se limitaban por su compromiso con la abuela, ello generaba una intuición, una duda que sería el centro y punto de arranque de nuestro trabajo.

Sara se preguntaba ¿cómo habría sido su desarrollo personal, académico y laboral si su familia no hubiera descargado su responsabilidad solo en ella? Ante el relato y el tema de interés de mi estudiante, yo me enfrentaba al reto de capitalizar esta experiencia de mi estudiante y canalizarla al campo de la economía, la respuesta surgió sola, sería a través de la EBE

La primera tarea fue buscar en los recursos informativos, por lo cual acudimos a diversos tesauros, bases de datos y repositorios. Haciendo uso de palabras clave, operadores booleanos y filtros, fuimos de manera incremental aproximándonos al área que nos interesaba, lo que nos permitió volver a refinar la búsqueda para llegar a artículos y capítulos de libros que nos dieron pista de otras fuentes para buscar con mucha mayor profundidad entre los temas de interés y, sobre todo, ubicar a las personas expertas en el área. Cada avance nos permitía tomar decisiones en torno a la definición de variables y los caminos a seguir, incluso en términos metodológicos. Y si escribo en plural es porque eso me dejó la propia experiencia, es decir, fue trabajo de Sara, pero yo decidí acompañar y guiarla para darle forma a sus intereses. ¿Cuántas veces hemos escuchado que “no había nada” o “no, nadie ha escrito sobre eso”? La EBE permitió abrir espacios para aprender de manera conjunta y tomar decisiones tanto para el caso como para mi práctica docente.

Si tuviera que hacer una evaluación de la experiencia, a manera de conclusión, podría decirles que hubo aciertos y dificultades. Los primeros se centraron en el compromiso y colaboración para aprender conjuntamente, rebasando las barreras existentes o auto impuestas, además de usar a la docencia como una herramienta colectiva de aprendizaje, lo que nos permitió consultar y utilizar diversas fuentes de información, para que lo que comenzó siendo un asunto personal terminara como un tema pertinente y actual dentro del área económica. Las dificultades fueron de tipo físicas (como el acceso a los recursos, desde contraseñas y permisos, hasta saber cómo conectarnos de manera remota); las propias de la toma de decisiones, en las cuales la EBE ayudó mucho porque iba marcando los posibles caminos a seguir; y las personales y emocionales cuando Sara creía que el tema podría ser irrelevante. La EBE nos mostró, y unió con, otras personas que hacen y se interesan por lo mismo. 

Lo que aprendí de esta experiencia fue que la capacitación continua es básica para romper las barreras técnicas y teóricas. Es clave, además, actualizarnos en torno a las tecnologías de información y comunicación, incluso en el mundo que nos abren las tecnologías disruptivas. Esto permitirá tender puentes para vincularnos y vincular a nuestros estudiantes con quienes se encuentran a la vanguardia de nuestros campos de conocimiento, manteniéndonos así en las prácticas académicas y docentes de alta calidad que caracterizan a la comunidad UNAM

* Profesora de las Facultades de Economía y Contaduría y Administración de la UNAM. Economista, Demógrafa y Candidata a Doctora en Políticas Públicas. Contacto: nahely@unam.mx

 

[1] Sara es un nombre ficticio para conservar el anonimato de mi estudiante.