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Autor
Gabriel Delgado Toral
Fotografía que muestra al profesor Gabriel Delgado Toral en su exposición de su experiencia en el 5to Encuentro de la CEBE

De la tradición a la innovación: transformando la enseñanza desde la evidencia

Recordarán que hace ya algunos años, quizá todavía hasta el día de hoy, las clases que tomamos durante nuestra formación, en casi todos los grados académicos, tenían la misma característica con diferentes grados de intensidad fuera cual fuera la materia: una profesora o un profesor llegaba al salón asignado, se presentaba y nos decía qué íbamos a ver durante el curso, que habría exámenes parciales —¡y hasta exposiciones nuestras!— en los cuales repetiríamos de memoria los contenidos dictados durante cierto período y que, en el inter, habría algunas tareas para repetir y repasar lo visto en la sesión. A eso le llamaremos una clase tradicional, una especie de juego de roles y de metodologías estáticas en las que el estudiantado escucha, la/el docente expone un contenido de manera “magistral” y así se llega a la evaluación final.

La limitación relativa de la práctica educativa tradicional, como se puede intuir, tiene al menos dos ejes: 1) el/la docente al frente del salón tiene la tarea de sintetizar los contenidos siguiendo un temario, usando plumón y pizarrón y exámenes de evaluación en entornos en los cuales se espera que se dé, claro, una explicación. Desde 2) la transmisión de nuestros conocimientos, el estudiantado tiene una idea sobre el tema y espera que esa explicación les sea transmitida más o menos con claridad o como idea única. Sin flexibilidad, ese conocimiento pareciera llegar a algunas personas, generar más dudas o inquietudes en otras o más problemas de los que posiblemente esperaban que hubiese en algunas otras. De acuerdo con Eric Mazur, profesor de Harvard, “la evaluación [pasiva-tradicional] se ha convertido en el asesino silencioso del aprendizaje”.

En la actualidad, desde diversas disciplinas, se ha hecho visible el tema de replantear los procesos de enseñanza-aprendizaje en entornos de desigualdad de oportunidades en el acceso y en el aprovechamiento educativo de las “viejas” a las “nuevas” comunidades. Uno de los caminos que se han propuesto para hacerlo es a través de la didáctica de la metacognición del conocimiento, de nuestro conocimiento, con los recursos y con las limitaciones con las que nos enfrentamos día a día, tanto estudiantado como profesorado. El tema no es fácil de abordar inmediatamente, aunque tampoco resulta complicado hacer pequeños cambios continuos en estrategias e instrumentos de evaluación para y por nuestra comunidad en general. 

Desde el artículo pionero de John Flavell de 1979, hasta los conocimientos adquiridos en  ambientes educativos híbridos o enteramente digitales, la práctica educativa innovadora —que he convertido en mi práctica— podría encaminarse en el sentido que Richard Feynman nos dejó en El placer de descubrir, esto es: entender con satisfacción que la ciencia —cualquiera que sea— es una forma de ver y vivir en el mundo, la “emoción del descubrimiento” desde nuestra trinchera estaría en educar para indagar y para explotar conceptos y teorías desde la memoria. Con eso, y al reconocer que cada persona tiene su proceso de aprendizaje, se generaría nuevamente el interés y la curiosidad en el estudiantado por plantear las dudas que tengan y además cuestionar e indagar lo que se les enseña en el aula. 

Desde mi punto de vista esto tiene ventajas, al estudiantado le motiva seguir aprendiendo y al cuerpo docente nos desafía a estar en constante actualización para resolver la mayor cantidad de preguntas para poder guiar su estudio de la mejor forma posible. El debate* —como arte desde su acepción en la tradición griega— puede ser una estrategia novedosa de evaluación del pensamiento —y no solo de la memoria— porque se estructuraría constantemente desde el argumento crítico y desde la preparación de las premisas formuladas con evidencias unificadas, es decir, desde lo oral y desde lo escrito que expandiría su conocimiento para poder discernir entre la cantidad inmensa de información que ahora poseemos. 

Imagen de un salón de clases con la palabra "Debate" escrita en un pizarrón verde. Las y los estudiantes aparecen dialogando a manera de debate, uno de ellos tiene la mano levantada. Imagen creada por ChatGPT.
Imagen creada con Inteligencia Artificial (ChatGPT).

Es todo un desafío porque, desde mi perspectiva, nos enfrentamos a juventudes con diferentes problemáticas: uso excesivo de dispositivos móviles que generan distracciones y menos, menos horas de descanso, aburrimiento, altos tiempos de traslado, alimentación que no es la óptima, y un largo etcétera. Para el caso mexicano tenemos algunos datos reveladores: el uso de libros para lectura pasó de 50.2 en 2015 a 41.8% en 2024 y el empleo de “páginas de internet, foros o blogs” pasó de 13.8 a 40.6% en la población de más de 18 años de acuerdo con el Módulo sobre lectura de INEGI**. Si extendemos el análisis a lo social, la cuestión es más alarmante porque afecta su estado emocional y su rendimiento académico (de lo que también hay evidencia empírica). De acuerdo con el reporte sobre “El bienestar de los estudiantes” de la OCDE***, estudiantes mexicanos reportaban no haber comido por no tener suficiente dinero para comprar sus alimentos o ansiedad relacionada con el trabajo escolar, muy por encima del promedio de los países de la OCDE. Cosa nada menor.

Los retos de la enseñanza ante la vertiginosa irrupción de las tecnologías en el aula crecen cada día y son cada vez más los llamados para que quienes formamos parte de la comunidad educativa centremos nuestros esfuerzos en mantener un sano equilibrio entre la enseñanza y el aprendizaje. Y entre las bondades de la educación tradicional con innovación, a la vez que se reconocen las dificultades antes expuestas y aquellas que no mencioné. Además, cuidando ahora, como nunca antes, nuestra propia salud física y mental. En el debate se manifestarían contrastes, reflexiones informadas y refutaciones que se razonarían de manera fundamentada con base en la escucha activa, desarrollando muchas de las habilidades cognitivas que se pretenden en la educación en los espacios educativos. Incluso van más allá de ello porque, implícitamente, también se desarrollan ciertas habilidades blandas, tan útiles como necesarias en los tiempos que nos aquejan. 

Notas:

*Pensarán que el problema ahora radicaría en el número de estudiantes en el aula. Una propuesta complementaria es que las tareas hechas a mano se conviertan en otro instrumento previo a los debates, aunque los beneficios de esa evaluación serían motivo de un comentario en extenso.

**Sin contar que, en promedio, el 88% de esa población no asiste a librerías, puestos de revistas, bibliotecas o secciones de libros en diferentes tiendas.

***Los datos cambian por año, aunque no por esa razón la magnitud y la importancia de los datos presentados es menor para esta exposición. Para su consulta posterior, el vínculo es: https://gpseducation.oecd.org/Home.

Referencias:

Flavell, John (1979)/ “Metacognition and cognitive monitoring: A new area of cognitive–developmental inquiry”, American Psychologist, vol. 34 núm. 10

INEGI (2025). Módulo sobre Lectura (MOLEC) https://www.inegi.org.mx/programas/molec/2025/

OCDE https://gpseducation.oecd.org/Home

 

Gabriel Delgado Toral es profesor de la División de Estudios Profesionales y del Centro de Educación Continua y Vinculación de la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México. Agradece a Maura Pompa y a Víctor Rendón por su orientación para llegar a este escrito; y a María Concepción Arrocena y a Ana Karen Sotero por sus comentarios como integrantes del grupo de debate Poder Cultural de la Facultad de Economía. Como es usual, cualquier error u omisión, que pueden estar, es enteramente mi responsabilidad. Contacto: gabrieldt@economia.unam.mx